San Bernardo: Carta de Amor Abierta Como Una Herida

Cuando el corazón destila dolor, el tiempo desnuda la verdad. Sigo tu camino cuando me detengo, oigo tu respiración, observo tu cara, esa exquisita sonrisa y tus ojos no pierden el misterio, ¿Acaso no lo sientes al extrañarme?
No, no te quiero nombrar, quiero construirte para que tu nombre no duela. Mujer suave, perfume celeste, sonrisa de marfil, acento de armonía, mirada de cristal, labios de rosas deshojados para siempre de mi vida… y bueno siempre que te invento te me deshaces como aquel tiempo en medio de tanta lucha y tanto vértigo que no pudimos decirnos adiós, el destino como el tirano que es, nos alejo. Recuerdo abrazar la eternidad, éramos infinitos, hoy somos finos, somos unos pobres humanos descorazonados, mendigando un poco de ternura.

Hasta aquí alumbro nuestra estrella, se desintegro en brillantes polvos. Se apago la energía que nos iluminaba, ese amor que nos guío el camino en qué parte andará rodando mojado por la antiguas intimidades de la lluvia, en qué parte solo y marginado, en dónde andarán navegando nuestros sueños y las promesas quebradas… ¿De que valió alimentarnos de amor, haber expandidos nuestras alas en el amplio firmamento y quedar extraviadas en la nada?
A veces quisiera rebobinar y abrir aquella puerta, donde me esperabas bella y recostada. Quisiera esa mirada limpia, cómplice y cristalina. Desearía ser mas cobarde destiñendo sueños huérfanos junto a tanta dulce sustancia. Quisiera no haber afrontado la oscuridad y resistir para no ser prisionero del pasado. A los cobardes siempre les va mejor, el mundo adora a los cobardes y castiga a los valientes…
El espejo, el reloj y los días cambian constantemente pero vos no. La memoria del sueño verifica que sigues siendo la misma. En mi rutina siempre tienes un momento y la belleza de tu piel suele despertarse en otras mujeres, si, a veces te encuentro en otros cuerpos como en el cuello de la profesora que camina en la plaza, en la voz de una comerciante y tus caderas se disuelven en las tardes en alguna dama que se pierde a lo lejos en una calle cualquiera…
Culpe a mi voluntad de huir de aquello que inventamos, inventamos para destruirlo, papeles, letras, recuerdos y estaciones desplazadas a lo largo de mi vida, todo es un sencillo orden de lo perdido, mi mirada leyendo tus cómplices labios, el abrazo evitando lagrimas de adiós, son huellas de tu inquieto corazón donde pisa la nostalgia de este amor.

Y ahora aquí estoy divagando como ceniza en el viento, cayendo en la certeza que ya no te tocaré, no podré hacerte mujer, no seré parte del brillo de tus días, para qué inventamos la maravilla si tu rostro de arena se disuelve en el destino del tiempo. Te borras de mi vida como el aliento en el vidrio donde una vez me escribiste te amo, como los nombres que dibujamos en la costa del riachuelo, como la hoja de un mistol que se pierde en el monte.  
Y si, yo también espero el final de esta carta que palabra a palabra abre heridas. Espero  volver al presente, subir al tren y que arranque, que su motor sean rasguitos de una guitarra, cuerdas sonando en melodías de adiós. Los viajes acortan el amor y alargan los sueños. Ya he experimentado demasiadas idas y vueltas al pantano de la nostalgia, y el silencio en la distancia se aleja cada vez más y más… mis ojos se llenan de espuma, la garganta se entibia apagando una vez más las brasas, toda la esperanza se llena al borde de mis parpados… mañana el sol alumbra la vida y yo no la veré en tus ojos.



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