Dos días después, en otro encuentro, en medio de oraciones
románticas y mimos, suena el celular de Cristián, Andrea que esta sentada sobre
su regazo lo atiende y lee un mensaje de otra mujer que por el contenido,
aparentemente está intimando con su novio. Cristian no puede mentir, el mensaje
leído es demasiado delator, la discusión empieza con explicaciones y termina
con lágrimas de ella. Tras el impulso ella decide quebrar la relación, lo deja
y antes de cerrar la puerta con gran fuerza le dice –No quiero verte nunca más-. Cristian intenta convencerla que no es
lo que cree y después del portazo queda hablando solo.
Esa noche él tuvo tanta culpa de cómo lastimo a su novia pero en
ningún momento se arrepintió de haberle sido infiel, lo que si lamentó fue no
haberlo hecho bien. Tenía miedo de perder a Andrea, agarró el celular y después
de tanto insistir en llamarla y sin conseguir que le conteste, se retiró de
casa cerca de las doce de la noche creyendo que la relación antes quebrada se
rompió. Sus padres ni se enteraron de la actitud tomada por su hijo como la
mayoría de las cosas que él realiza, piensa y siente. Ambos dormían, pues
debían trabajar al siguiente día, carecían de tiempo para sentarse a dialogar
con su hijo, solo sacaban billetes del bolsillo y se lo daban como si fuera que
ese papel solucionaría todo.
Cristian tenía las últimas tecnologías, usaba las marcas de
ropas caras y de calidad, no era hijo único pero se crío como tal. Su hermana
cinco años mayor se había casado hace cuatro años atrás. De chicos ella no
jugaba con él ni lo cuidaba, contrataban a una niñera para esa labor, mientras
su hermana tenia cosas más importantes que hacer como cuidarse las uñas,
pintarse con el lápiz labial, teñirse el cabello, probarse frente al espejo
como le quedaban las polleras, los pantalones ajustados y el maquillaje.
La niñera suplanto a su hermana, y la televisión junto a
Internet de alguna forma, él logró que remplacen a sus padres.
Cristian iba por la calle
de ripio, hacia donde alquilaba su amigo (necesitaba hablar con él), mientras
depositaba uno a uno los pasos sobre las piedras, el aire se cortaba en los
altos árboles y se volvía denso, las viviendas, algunas cerradas y otras con
luces acompañada de silencio como que la vida se detiene un momento para
advertir algo.
Llegó al alquiler, parecía no haber nadie, los perros no
ladraron, ya lo conocían. Golpeó la puerta, desde adentro Damian encendió la
lámpara, por la rendija de la puerta se escapaba una línea de luz hacia la
vista de Cristian, la llave giro dentro de la cerradura, el picaporte descendió
abriendo la puerta. Después de verse, como suele suceder quien se sorprendió
fue el visitado y pregunto:
_ ¿Qué haces a
ésta hora?
_ Necesito
hablar –Contesto el visitante con desgano.
continuara...
M.M. Ramitzen
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