Novela: Adoleces de Ausencia (Cap. 2)



Dos días después, en otro encuentro, en medio de oraciones románticas y mimos, suena el celular de Cristián, Andrea que esta sentada sobre su regazo lo atiende y lee un mensaje de otra mujer que por el contenido, aparentemente está intimando con su novio. Cristian no puede mentir, el mensaje leído es demasiado delator, la discusión empieza con explicaciones y termina con lágrimas de ella. Tras el impulso ella decide quebrar la relación, lo deja y antes de cerrar la puerta con gran fuerza le dice –No quiero verte nunca más-. Cristian intenta convencerla que no es lo que cree y después del portazo queda hablando solo.
Esa noche él tuvo tanta culpa de cómo lastimo a su novia pero en ningún momento se arrepintió de haberle sido infiel, lo que si lamentó fue no haberlo hecho bien. Tenía miedo de perder a Andrea, agarró el celular y después de tanto insistir en llamarla y sin conseguir que le conteste, se retiró de casa cerca de las doce de la noche creyendo que la relación antes quebrada se rompió. Sus padres ni se enteraron de la actitud tomada por su hijo como la mayoría de las cosas que él realiza, piensa y siente. Ambos dormían, pues debían trabajar al siguiente día, carecían de tiempo para sentarse a dialogar con su hijo, solo sacaban billetes del bolsillo y se lo daban como si fuera que ese papel solucionaría todo. 
Cristian tenía las últimas tecnologías, usaba las marcas de ropas caras y de calidad, no era hijo único pero se crío como tal. Su hermana cinco años mayor se había casado hace cuatro años atrás. De chicos ella no jugaba con él ni lo cuidaba, contrataban a una niñera para esa labor, mientras su hermana tenia cosas más importantes que hacer como cuidarse las uñas, pintarse con el lápiz labial, teñirse el cabello, probarse frente al espejo como le quedaban las polleras, los pantalones ajustados y el maquillaje.
La niñera suplanto a su hermana, y la televisión junto a Internet de alguna forma, él logró que remplacen a sus padres.
Cristian iba  por la calle de ripio, hacia donde alquilaba su amigo (necesitaba hablar con él), mientras depositaba uno a uno los pasos sobre las piedras, el aire se cortaba en los altos árboles y se volvía denso, las viviendas, algunas cerradas y otras con luces acompañada de silencio como que la vida se detiene un momento para advertir algo.
Llegó al alquiler, parecía no haber nadie, los perros no ladraron, ya lo conocían. Golpeó la puerta, desde adentro Damian encendió la lámpara, por la rendija de la puerta se escapaba una línea de luz hacia la vista de Cristian, la llave giro dentro de la cerradura, el picaporte descendió abriendo la puerta. Después de verse, como suele suceder quien se sorprendió fue el visitado y pregunto:

_ ¿Qué haces a ésta hora?

_ Necesito hablar –Contesto el visitante con desgano.

 continuara...



M.M. Ramitzen

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