Novela: Adoleces de Ausencia (Cap. 4)

            Uno de los muchachos que corría de las balas sintió culpa o solo ganas de ayudar y salio detrás del muro, observó que uno de los muchachos se tocaba el abdomen y de esa zona supuraba sangre. Cristian decía -Una ambulancia, una ambulancia… ¡llama a una ambulancia¡-, El muchacho saco un celular del bolsillo del pantalón, marco números y llamó desde su celular a emergencias, dio la dirección y antes de desaparecer le aconsejo a Cristian apuntándole con el dedo índice a Damian  – Aprieta la herida de él para que no pierda tanta sangre-.
            La ambulancia salía del hospital dispuesta a tardar aproximadamente diez minutos. Cristian en el lugar del hecho apretaba el abdomen de Damian y le hablaba de cualquier cosa para entretenerlo, mientras él pálido, no hacia otra cosa que repetir -Voy a morir, voy a morir…-, Cristian le decía -Ya llega la ambulancia- y le hablaba de futbol que a Damian lo apasionaba, pero era inútil Damian no lo escuchaba, estaba muy preocupado por su vida.
          
  La ambulancia llego avisando con su sirena unas calles antes.
Los enfermeros bajaron, examinaron a Damian, se dijeron -Herida de bala, perdida de sangre-, bajaron la camilla de la parte trasera, lo colocaron sobre ella, lo alzaron a la parte trasera de la ambulancia, le colocaron un suero, y el enfermero que iba a ir cuidando al herido pidió a Cristian que lo acompañara y apenas se puso en marcha la ambulancia lo interrogó, le preguntó si tomaron alcohol, a lo cual la respuesta fue –Sí,…un par de cervezas-, y vio con mala cara que el herido haya ingerido alcohol. En el trayecto al hospital Cristian vio sonreír a Damian después de decir –Voy a vivir-. Y así se tranquilizo, y esto junto al alcohol lo adormilo.
Cuando se despertó los ojos veían al cielo rasó, miro a los costados  paredes blancas y al incorporarse se dio cuenta que alguien lo había recostado en un banco de la sala de espera del hospital, quiso saber la hora y un reloj grande colgado en la pared se la mostró, eran las 07:23 de la mañana, quería ver como estaba su amigo y preguntó por él puerta por puerta, hasta que se topo con un doctor calvo de anteojos y cejas grises, este le dio la noticia que Damian había muerto; él pidió verlo desesperadamente, el doctor lo contuvo, trato de explicarle que no se pudo hacer mucho, perdió demasiada sangre y cuando entró al quirófano casi no tenia presión arterial. Cristian al recibir la fatal noticia como un retorcijón en el pecho y un remolino en el estomago decía: -Quiero verlo, quiero verlo…, debe ser un error, se equivoco de paciente-. El delirio y esperanza del error de Cristian no arreglaba nada. El doctor con su disciplina le hizo entender que los padres son los únicos autorizados a verlo y después de reconocer el cuerpo son los únicos que tiene el derecho para retirarlo.
Continuará...

M.M. RAMITZEN

Comentarios