Novela: Adoleces de Ausencia (Anteultimo Capitulo)




Es viernes, se esta vistiendo con el uniforme celeste y la corbata azul, lo preocupa el egocentrismo del reloj, cada actividad le hace rotar el cuello hacia su tic tac, esta por llegar tarde, tendrá un cuarto de falta, pero el profesor tuvo obstáculos en el transito y la preceptora todavía se esta maquillando. Y gracias a esto Cristian se presento en el aula primero que ellos dos, se ubico en el fondo del curso, su lugar habitual. Tiene la carpeta atrincherada debajo del banco, la silla parada en dos patas y el respaldo recostado sobre la pared, desde ese lugar espera que aparezca algún profesor.
El profesor Jiménez  superó los inconvenientes, entra al aula, se sienta y apoya un libro grueso sobre la mesa y comienza el dictado, el aula obedece lo que él habla, se dirige a nadie y a todos, dicta cosas inútiles. Cristian escribe esa voz gruesa, las palabras recorren por renglones como autos y algún semáforo de punto y coma la detiene. Dicta mucho y rápido, vino frustrado y qué culpa tienen los alumnos de su familia o de los paros que los atrasan. La muñeca y los dedos le duelen a Cristian, parece que cualquier momento se desprenderán del brazo, y espera ese sonido, ese timbre que puede ser el héroe de su mano, hasta que ese ruido tira rendidas a todas las lapiceras.
En el recreo Cristian junto a unos compañeros fumaron un fasito en el baño. Luego del recreo de entrada la preceptora avisa que por diversas cuestiones no vienen los profesores de ingles y  tecnología de gestión, que se van a retirar a casa después que dicte una nota de formalidad. Y al terminar el protocolo, la preceptora dice: -Adiós que tengan un buen fin de semana- .
Alucinando, riéndose de cualquier cosa, bajo el efecto del humo nauseabundo que aspiraron se retiran de clase, carpeta negra con el logo de un grupo de rock, hojas desordenadas y cabello desparramado.
Después del Cole, en la esquina la camisa sale del pantalón, la corbata pierde la simetría, y no tiene ni un peso en el bolcillo, gasto todo, pero tiene una ciudad dentro de la tarde-noche para divertirse. La ciudad no sabe de él y es permisiva y generosa.
En la casa las hojas se le desparraman. Él ve que la carpeta salto del brazo a la cama y las hojas bailan en el aire.
El jeans gastado se propone a recorrer las veredas y se encuentra con otros jeans gastados y casi rotos que se dirigen al boliche que organizan los alumnos del cuarto año la prepromoción.
Esperaron sentados en un bar que el boliche este con una cantidad importante de chichas, y poco mas de las dos de la madrugada se propusieron a entrar, compraron la entrada en boletería. A Cristian ya le había pasado el efecto de la droga y dentro del boliche espesaron a ingerir bebida, primero consumieron fernet, luego fueron tragos de diferentes colores y entre la música, las luces giratorias y el alcohol, Cristian se había enganchado una minita esas que también están influenciadas por el alcohol y que no buscan solo divertirse.
El ritmo de la cumbia, en cada vuelta que le daba y en cada acercamiento los atrapo.
Cristian le hablaba al oído y ella sonriente le decía -No me chamuyes-. Claro que a ella le gustaban las palabras, ya estaba entregada y ya se sabe de la fama que el alcohol causa en una mujer. Ella excitada le dijo -acompáñeme al baño-, el no se negó y entre la luces que revoloteaban siguió sus pasos, ella antes de entrar al baño lo agarro de la mano y realizo un gesto paralingüístico con los ojos, y entraron al baño. Abrieron una de las puertas donde las chicas hacen sus necesidades y allí tuvieron sexo, no fue fácil el equilibrio ya que la mezcla de la bebida no lo permitía.
A Cristian se le paso el efecto cuando empezó a beber, otro que estaba en la ronda tomando junto a él mezclo drogas con alcohol y después de entrar en coma, murió.
Al otro día Cristian renegó con la resaca y el síndrome de abstinencia que entró en su cuerpo, lo controlo por un tiempo pero no podía prescindir de la droga.
La necesidad y el instinto se concentraron para descontrolarlo y pedirle más…mientras el no hallaba a quien le vende la droga. Caminaba desesperado, hasta que lo ubicó y calmo la adicción tras unos fasos que fumo terminando el día que ya era una nueva madrugada. 
continuara...

M.M. Ramitzen

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